Una idea similar podría haber inspirado el uso de la cinta o tira de cabello, que denotaba la virginidad, o el anillo que llevaban en la cabeza a los guerreros zulúes, un indicador de virtud. El anillo, sin principio ni final, también puede utilizarse como símbolo de la eternidad. El vulgar a menudo atribuye poderes sobrenaturales a los anillos. Numerosas historias, como la de Keddie, el sastre de Perth, y la de Gyges, el Titán, contada por Platón, nos hablan de anillos mágicos que hacían invisible al portador.
La creencia en la eficacia sobrenatural del anillo todavía persiste hoy en día; muchas personas civilizadas no se considerarían casadas si el anillo faltara a la ceremonia de la boda. En todas las bodas rusas, el novio suele llevar un anillo de oro, que simboliza el sol, y la novia un anillo de plata, que representa a la luna. Por el contrario, el hábito arcaico de los pueblos nórdicos de formalizar el compromiso uniéndose las manos por el agujero de un pilar de piedra parece recordar el culto fálico.
El «anillo de alianza» que el duque de Venecia lanzaba anualmente al Adriático para simbolizar el estatus de esposa de mar de Venecia es otro ejemplo del papel esencial que juega el anillo en las ceremonias de boda.
El anillo doble, inmal, formado por dos anillos dobles o gemelos, que encajan entre sí formando un solo anillo, era símbolo del amor verdadero.
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